martes, 29 de noviembre de 2016

PARA EL INTELECTO

Amigos buenas tardes por fin de regreso les comparto un cuentecillo de la autoría de un servidor mas para incrementar su ya de por si gran intelecto al remarcar unas palabras encontradas en textos de la historia de méxico, palabras que suenan a antaño y nos llevan a tratar de hablar con la misma elegancia que nuestros antecesores, lastima que hemos perdido esa capacidad, en seguida el cuento hasta pronto...


CUENTO.
            Paco Castañeda, se encontraba considerando en ese momento de la mañana la cantidad de fanegas que tendría que sembrar, escuchando en su interior las voces de los manes, antepasados suyos que siempre lo inspiraban y guiaban en el asunto de las cosechas.
-       ¡hay jefacho ! –pensaba paco- ayúdame a lograr una buena cosecha que los dioses sean aquiescentes conmigo y mi cosecha para sacar adelante a los chamacos.

-       Tú trabaja fuerte, chamaco de porra- le contestaba la voz de jefacho- deja de pensar en cosas baladís y piensa que el empíreo se gana con trabajo duro.

            Absorto en sus pensamientos, el humilde trabajador de rostro moreno y aquilino, alzo la vista y vio la loca carrera de un cacomiztle, que se dirigía hacia él, animal este al que paco temía visceralmente y odiaba entre todos los carnívoros de los alrededores, porque de escuincle fue atacado por uno y casi le deja la pierna izquierda en zancarrón.

            Aguzando el oído escucho una barahúnda,  se aproximaba Don Felipe, el capitoste del pueblo, con los aires de quien perdona vidas, da y quita, inculto todo el, - que grave error darle poder a un  pendejo- pensó paco-, sin embargo, al ver que integrando la turba de lambiscones que acompañaban a Don Felipe, estaba Hugo su compadre y amigo más entrañable y que era el amanuense oficial de la presidencia municipal, suavizo sus pensamientos ya que si fuera un asunto legal que lo involucrara Huguito- como cariñosamente le decía- se lo hubiera comunicado.

            Paco, se dirigió al patio principal de su ranchito, dejando sobre el terreno de siembra los arreos de trabajo, pasaron más de cinco minutos hasta que el quitrín de Don Felipe parara y se apeara el gordo funcionario con su rostro cetrino, detrás de él, zalameramente, lo seguían sus principales colaboradores, funcionarios de segunda , acostumbrados, a seguir órdenes de su amo, -son los mastines que usaron los Españoles en la conquista de nuestro pueblo- comparaba Paco mentalmente-, acostumbrados a dilacerar a quien se les indicara, sin respeto a la ley, la conculcación, era su forma de vida  y la vivían plenamente seguían los discursos anacolutos  y llenos de solecismos, de Don Felipe como si estos fueran la divina palabra.

-       Buenos días Don Felipe, bienvenido a su humilde casa- saludo Paco- como está Usted.
-       Paquito, es para mí un estímulo y un placer poder estrechar, en este día tan hermoso, tu amable mano- contesto el Don, con aire de poetastro- siempre es uno honor pasar por aquí.    

-       Hugo amigo como estas.

-       Bien Paquito- contesto Hugo- aquí con el jefe trabajando.

-       Licenciado Luis- se dirigió Paco a un sujeto de mirada deletérea, que acompañaba la comitiva- que gusto saludarlo.

-       Señor Paco el gusto es mío – contesto el funcionario de una manera más amable de lo que Paco hubiera esperado- siempre es agradable saludar al hijo de a quien considero y fue mi mejor amigo, casi mi Hermano.

-       ¿Señor?, no entiendo- fue lo único que atino Paco a contestar- me podría alguien explicar.

-       Vera usted, querido amigo- intervino Don Felipe, pasando un brazo sobre los hombros de Paco, quien a cada momento menos entendía, y a quien el contacto físico, del funcionario dejo más perplejo-, hace algunos días los bureos, del pueblo tratamos un asunto que nos llenó de satisfacción, se trató el asunto,  evitando en todo momento la incuria en el planeo de lo que venimos a tratarle a Usted.

-       Usted dirá Don Felipe- fue lo que Paco alcanzo a decir, buscando la mirada de Hugo para tratar de descifrar si estaba en problemas o no, pero al ver la sonrisa maliciosa de su amigo, no atino a comprender- espero que no sea nada grave.

            Las risas de la concurrencia solo lograron confundir más al ranchero,  quien lamentaba, que Hilda su esposa ni estuviera por ahí, ella era la de cabeza fría, la pensante, él siempre había sido el botarate  en su matrimonio de ya más de 21 años, no estando ella esperaba no cometer la “burrada” de zaherir,  a ninguno de  los funcionarios que lo visitaban, era de poca mecha y las risas que escuchaba eran la chispa que peligrosamente se acercaban a su estopín emocional, que bien sabia produciría una explosión de humores que más valdría a ninguno de ellos conocer, - jefacho, permite que controle mis demonios internos y no explote, casi rezaba-.

-       Calma amigo Paco lo que venimos a tratar con usted es algo que lo va a llenar de orgullo y satisfacción- tercio el Licenciado Luis- es algo que en lo personal me llena de alegría ya que nunca es tarde para rendirle Honores a los hombres de verdad.

-       Tu padre se lo merece amigo- comento Hugo con la mirada orgullosa de quien conoció a un gran Hombre- si me permite Don Felipe me gustaría ser yo quien ponga al tanto a mi querido amigo sobre la situación, porque conociéndolo como lo conozco, su yo interior está a punto de explotar y si eso ocurre sería mejor salir corriendo ya que su puntería es legendaria y más tardaríamos en iniciar la huida que en que estuviéramos en un catafalco.

-       Adelante pues mi servicial amigo- repuso Don Felipe, secándose el sudor con un pañuelo de seda finamente bordado, y dejando escapar un suspiro alegre- pero antes no podría usted, Paquito, ordenar nos regalaran un refresco acorde a la ocasión.

-       Disculpe usted mi descortesía señor- dijo paco, saliendo a toda carrera por la hielera,  que tenía lista con cerveza, para recibir a los amigos- sírvanse ustedes, mientras yo aclaro esto.

            Fue así que Hugo lo puso al corriente de la idea del pueblo, de construir un cenotafio, de mármol blanco  con peristilo, que honraría la memoria del General Don Salvador Salgado, hombre brillante, en todos los sentidos de una cultura superior y una bondad a prueba de todo, responsable y cariñoso con su familia, pese a los arrebatos carnales de su vida mundana,  el panegírico, ya estaba en elaboración y seria redactado por las mentes más lúcidas y brillantes de los alrededores, con quienes “Jefacho”, - apodo cariñoso del General- había convivido e intercambiado ideas y lecturas, el cura del pueblo ya había mandado a comprar una casulla y una dalmática de lujo para tal evento.

-       Amigo creo que jefacho, vale esto y más,- dijo Hugo con los ojos arrebatados de llanto- como olvidar que yo fui un expósito, al que  le brindo el favor de una familia y el buen pan en la mesa, no hay día en que no de gracias por haber crecido contigo y tu querida familia.

-       Hugo- contesto Paco después de meditar un poco- solo me molesta algo, porque no homenajeamos en  vida a quien lo merece y esperamos que con estos actos la memoria de ellos nos perdone todos los te amo y te quiero que debimos decirles de viva voz, deberíamos olvidar y desechar las estupideces y barreras emocionales que nos limitan a abrazar y besar a nuestros seres queridos, por lo demás solo dime donde rendiremos ese justo homenaje a mi General.

-       Aquí mismo, amigo- dijo Hugo levantándose y abriendo los brazos- aquí donde él fue feliz donde vivió y nos compartió los últimos años de su prolija vida.

            Un abrazo emocionado, fue el símbolo del acuerdo para la construcción de ese monumento tan necesario para venerar la memoria de ese ser tan lleno de luz, todos los presentes celebraron el acontecimiento, la cerveza corrió y el dios Baco, fue el siempre fiel testigo, de la euforia de los hombres que rinden su poca o mucha sapiencia en memoria de los grandes, comulgación de la vida y la muerte, recordatorio perenne de que los que se van viven en nuestros recuerdos y son habitantes permanentes de nuestros corazones, ya queda de cada quien que te olviden o te recuerden en la posteridad, porque “la vida no se vive para que nuestra presencia se note, sino para que nuestra ausencia se sienta”, seamos merecedores no de una monumento físico, sino de un altar en los corazones de quienes nos amas y a quien debemos amar, no lastimemos a ellos por palabra u omisión, las palabras hieren más que las espadas, por lo que mesura tu voz y piensa lo que dices, construye palacios con ellas, donde vivan tus seres queridos y solo descarga tu  ira, contra los que lo merecen que son muchos pero no todos, pero sobre todo vive en paz contigo mismo y con lo que tienes.







Cap. Francisco Uriostegui.

1 comentario:

  1. Me encantó, gracias por recordarnos que tenemos un tesoro en nuestro lenguaje y mucho que aprender de ello. Que gran riqueza hemos heredado y no lo usamos. Gracias Capitán.

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