Amigos buenas tardes por fin de regreso les comparto un cuentecillo de la autoría de un servidor mas para incrementar su ya de por si gran intelecto al remarcar unas palabras encontradas en textos de la historia de méxico, palabras que suenan a antaño y nos llevan a tratar de hablar con la misma elegancia que nuestros antecesores, lastima que hemos perdido esa capacidad, en seguida el cuento hasta pronto...
CUENTO.
Paco Castañeda, se encontraba considerando en ese momento
de la mañana la cantidad de fanegas
que tendría que sembrar, escuchando en su interior las voces de los manes, antepasados suyos que siempre lo
inspiraban y guiaban en el asunto de las cosechas.
- ¡hay
jefacho ! –pensaba paco- ayúdame a lograr una buena cosecha que los dioses sean
aquiescentes conmigo y mi cosecha
para sacar adelante a los chamacos.
- Tú
trabaja fuerte, chamaco de porra- le contestaba la voz de jefacho- deja de
pensar en cosas baladís y piensa que
el empíreo se gana con trabajo duro.
Absorto en sus pensamientos, el humilde trabajador de
rostro moreno y aquilino, alzo la
vista y vio la loca carrera de un cacomiztle,
que se dirigía hacia él, animal este al que paco temía visceralmente y odiaba
entre todos los carnívoros de los alrededores, porque de escuincle fue atacado
por uno y casi le deja la pierna izquierda en zancarrón.
Aguzando el oído
escucho una barahúnda, se aproximaba Don Felipe, el capitoste del pueblo, con los aires de
quien perdona vidas, da y quita, inculto todo el, - que grave error darle poder
a un pendejo- pensó paco-, sin embargo,
al ver que integrando la turba de lambiscones que acompañaban a Don Felipe,
estaba Hugo su compadre y amigo más entrañable y que era el amanuense oficial de la presidencia
municipal, suavizo sus pensamientos ya que si fuera un asunto legal que lo
involucrara Huguito- como cariñosamente le decía- se lo hubiera comunicado.
Paco, se dirigió al patio principal de su ranchito,
dejando sobre el terreno de siembra los arreos de trabajo, pasaron más de cinco
minutos hasta que el quitrín de Don
Felipe parara y se apeara el gordo funcionario con su rostro cetrino, detrás de él, zalameramente,
lo seguían sus principales colaboradores, funcionarios de segunda ,
acostumbrados, a seguir órdenes de su amo, -son los mastines que usaron los
Españoles en la conquista de nuestro pueblo- comparaba Paco mentalmente-,
acostumbrados a dilacerar a quien se
les indicara, sin respeto a la ley, la conculcación,
era su forma de vida y la vivían
plenamente seguían los discursos anacolutos y llenos de solecismos, de Don Felipe como si estos fueran la divina palabra.
- Buenos
días Don Felipe, bienvenido a su humilde casa- saludo Paco- como está Usted.
- Paquito,
es para mí un estímulo y un placer poder estrechar, en este día tan hermoso, tu
amable mano- contesto el Don, con aire de poetastro-
siempre es uno honor pasar por aquí.
- Hugo
amigo como estas.
- Bien
Paquito- contesto Hugo- aquí con el jefe trabajando.
- Licenciado
Luis- se dirigió Paco a un sujeto de mirada deletérea, que acompañaba la comitiva- que gusto saludarlo.
- Señor
Paco el gusto es mío – contesto el funcionario de una manera más amable de lo
que Paco hubiera esperado- siempre es agradable saludar al hijo de a quien
considero y fue mi mejor amigo, casi mi Hermano.
- ¿Señor?,
no entiendo- fue lo único que atino Paco a contestar- me podría alguien
explicar.
- Vera
usted, querido amigo- intervino Don Felipe, pasando un brazo sobre los hombros
de Paco, quien a cada momento menos entendía, y a quien el contacto físico, del
funcionario dejo más perplejo-, hace algunos días los bureos, del pueblo tratamos un asunto que nos llenó de
satisfacción, se trató el asunto,
evitando en todo momento la incuria
en el planeo de lo que venimos a tratarle a Usted.
- Usted
dirá Don Felipe- fue lo que Paco alcanzo a decir, buscando la mirada de Hugo
para tratar de descifrar si estaba en problemas o no, pero al ver la sonrisa
maliciosa de su amigo, no atino a comprender- espero que no sea nada grave.
Las risas de la concurrencia solo lograron confundir más
al ranchero, quien lamentaba, que Hilda
su esposa ni estuviera por ahí, ella era la de cabeza fría, la pensante, él
siempre había sido el botarate en su matrimonio de ya más de 21 años, no
estando ella esperaba no cometer la “burrada” de zaherir, a ninguno de los funcionarios que lo visitaban, era de
poca mecha y las risas que escuchaba eran la chispa que peligrosamente se
acercaban a su estopín emocional, que bien sabia produciría una explosión de
humores que más valdría a ninguno de ellos conocer, - jefacho, permite que
controle mis demonios internos y no explote, casi rezaba-.
- Calma
amigo Paco lo que venimos a tratar con usted es algo que lo va a llenar de
orgullo y satisfacción- tercio el Licenciado Luis- es algo que en lo personal
me llena de alegría ya que nunca es tarde para rendirle Honores a los hombres
de verdad.
- Tu
padre se lo merece amigo- comento Hugo con la mirada orgullosa de quien conoció
a un gran Hombre- si me permite Don Felipe me gustaría ser yo quien ponga al
tanto a mi querido amigo sobre la situación, porque conociéndolo como lo
conozco, su yo interior está a punto de explotar y si eso ocurre sería mejor
salir corriendo ya que su puntería es legendaria y más tardaríamos en iniciar
la huida que en que estuviéramos en un catafalco.
- Adelante
pues mi servicial amigo- repuso Don Felipe, secándose el sudor con un pañuelo
de seda finamente bordado, y dejando escapar un suspiro alegre- pero antes no
podría usted, Paquito, ordenar nos regalaran un refresco acorde a la ocasión.
- Disculpe
usted mi descortesía señor- dijo paco, saliendo a toda carrera por la
hielera, que tenía lista con cerveza,
para recibir a los amigos- sírvanse ustedes, mientras yo aclaro esto.
Fue así que Hugo lo puso al corriente de la idea del
pueblo, de construir un cenotafio,
de mármol blanco con peristilo, que honraría la memoria del
General Don Salvador Salgado, hombre brillante, en todos los sentidos de una
cultura superior y una bondad a prueba de todo, responsable y cariñoso con su
familia, pese a los arrebatos carnales de su vida mundana, el panegírico,
ya estaba en elaboración y seria redactado por las mentes más lúcidas y
brillantes de los alrededores, con quienes “Jefacho”, - apodo cariñoso del
General- había convivido e intercambiado ideas y lecturas, el cura del pueblo
ya había mandado a comprar una casulla y
una dalmática de lujo para tal
evento.
- Amigo
creo que jefacho, vale esto y más,- dijo Hugo con los ojos arrebatados de
llanto- como olvidar que yo fui un expósito,
al que le brindo el favor de una familia
y el buen pan en la mesa, no hay día en que no de gracias por haber crecido
contigo y tu querida familia.
- Hugo-
contesto Paco después de meditar un poco- solo me molesta algo, porque no
homenajeamos en vida a quien lo merece y
esperamos que con estos actos la memoria de ellos nos perdone todos los te amo
y te quiero que debimos decirles de viva voz, deberíamos olvidar y desechar las
estupideces y barreras emocionales que nos limitan a abrazar y besar a nuestros
seres queridos, por lo demás solo dime donde rendiremos ese justo homenaje a mi
General.
- Aquí
mismo, amigo- dijo Hugo levantándose y abriendo los brazos- aquí donde él fue
feliz donde vivió y nos compartió los últimos años de su prolija vida.
Un abrazo emocionado, fue el símbolo del acuerdo para la
construcción de ese monumento tan necesario para venerar la memoria de ese ser
tan lleno de luz, todos los presentes celebraron el acontecimiento, la cerveza
corrió y el dios Baco, fue el siempre fiel testigo, de la euforia de los
hombres que rinden su poca o mucha sapiencia en memoria de los grandes, comulgación
de la vida y la muerte, recordatorio perenne de que los que se van viven en
nuestros recuerdos y son habitantes permanentes de nuestros corazones, ya queda
de cada quien que te olviden o te recuerden en la posteridad, porque “la vida
no se vive para que nuestra presencia se note, sino para que nuestra ausencia
se sienta”, seamos merecedores no de una monumento físico, sino de un altar en
los corazones de quienes nos amas y a quien debemos amar, no lastimemos a ellos
por palabra u omisión, las palabras hieren más que las espadas, por lo que
mesura tu voz y piensa lo que dices, construye palacios con ellas, donde vivan
tus seres queridos y solo descarga tu
ira, contra los que lo merecen que son muchos pero no todos, pero sobre
todo vive en paz contigo mismo y con lo que tienes.
Cap. Francisco
Uriostegui.
Me encantó, gracias por recordarnos que tenemos un tesoro en nuestro lenguaje y mucho que aprender de ello. Que gran riqueza hemos heredado y no lo usamos. Gracias Capitán.
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